
Imagen de la Virgen de Montserrat que tenia la familia Grases en su casa. Ahora esta en la Cripta de Montse Grases.
En el Oratorio de Santa María tenemos la Bendición de que en un rincón algo escondido, se encuentra la cripta de Montse Grases, una joven nacida en Barcelona en 1941 y que a los 16 años de edad sintió que Dios le llamaba a una entrega total en el Opus Dei.
Como nos recuerda el cartel que anuncia la Misa que se celebrará el próximo 26 de mayo por su alma, cuando se enteró a esa misma edad que tenía un tumor incurable, frente a una imagen de la Virgen de Montserrat, que también se encuentra en la Cripta, dijo a su Madre del Cielo: “lo que tu quieras”. Ya era tarde. Se fue a la cama y a los pocos minutos dormía profundamente.
El Papa Francisco en 2016 declaró que Montse vivió todas las virtudes propias de un cristiano de forma heroica. La anécdota que acabo de relatar me lleva a hacer una reflexión sobre la serenidad y la alegría que nuestra venerable vivió de forma heroica. Ante una enfermedad incurable sentiría un profundo dolor, pero reaccionó con serenidad.
Por una parte, la serenidad tiene que ver con el carácter: es una persona serena, decimos. Pero volviendo a nuestra anécdota vemos que hay algo más, también porque sabemos que Montse tenía un carácter fuerte: la raíz de la serenidad está en saberse en las manos amorosas de nuestro Padre Dios. Montse había tenido oportunidad de leer y meditar ese punto de San Josemaría en Camino: Es preciso convencerse de que Dios está junto a nosotros de continuo. — Vivimos como si el Señor estuviera allá lejos, donde brillan las estrellas, y no consideramos que también está siempre a nuestro lado. Y está como un Padre amoroso — a cada uno de nosotros nos quiere más que todas las madres del mundo pueden querer a sus hijos— , ayudándonos, inspirándonos, bendiciendo… y perdonando. ¡Cuántas veces hemos hecho desarrugar el ceño de nuestros padres diciéndoles, después de una travesura:¡ya no lo haré más! — Quizá aquel mismo día volvimos a caer de nuevo… — Y nuestro padre, con fingida dureza en la voz, la cara seria, nos reprende…, a la par que se enternece su corazón, conocedor de nuestra flaqueza, pensando: pobre chico, ¡qué esfuerzos hace para portarse bien! Preciso es que nos empapemos, que nos saturemos de que Padre y muy Padre nuestro es el Señor que está junto a nosotros y en los cielos (C 267)
Nada escapa a la providencia divina: lo que entendemos y lo que no entendemos. Ante algo incomprensible cabe rebelarse, pasarlo mal, hundirse. Pero un hijo de Dios reacciona con paz.
¿Y las injusticias, la enfermedad y el sufrimiento? Es san Pablo el que nos da una respuesta: “Para los que aman a Dios todas las cosas son para bien”; un bien a veces incomprensible, pero que Montse supo intuir.
Pero hay algo más: ante una noticia adversa decir “lo que tu quieras, Madre mía”, requiere una buena dosis de humildad. En un mundo en que la razón humana parece querer explicarlo todo, una guerra, una enfermedad, nos desconcierta y la pregunta del por qué queda sin respuesta. Solo quien reconoce con humildad que hay un ser superior que es Señor de la historia, es capaz de aceptar lo que parece que no tiene sentido. Montse durmió tranquila porque era muy humilde y aquella noche no quiso indagar en por qué Dios permitía esa enfermedad.
¡Como se agradece convivir con una persona serena! Transmite paz, alegría, uno sale reconfortado. Todas las personas que iban a ver a Montse lo pasaban muy bien, como aquel día de reyes de 1957 en que resultó que en el Club Llar había todo un decorado para celebrar la fiesta, incluso un sillón majestuoso para el rey. Pero no había rey. Y a Montse, en su juventud, no le importó disfrazarse, ocupar el trono y repartir los regalos pertinentes. Así era Montse: si le pedían que cantara, cantaba y si debía bailar, pues bailaba si era para entretener a los demás.
Los santos no son seres de otro planeta, sino personas de carne y hueso que ponen todo su corazón y lucha para parecerse a Cristo. Su carácter apacible, como cuenta una de las personas que la conoció fue también algo trabajado: “la vi evolucionar poco a poco. Dejó de ser impulsiva; fue cediendo aquella irreflexión juvenil, y aquellos prontos de mal genio fueron desapareciendo”.
Que la intercesión de Montse nos llene de alegría y de paz.
Javier Palos.