

1. ¿Qué es la Unción de enfermos?
Es un sacramento. Un punto de encuentro con Dios. Reconforta al atribulado por la enfermedad grave o la fragilidad de la vejez. Da consuelo, paz, ánimo.
2. ¿Es importante recibir la Unción?
Sí. Una enfermedad grave, el sufrimiento, son una prueba difícil. Y más en peligro de muerte. Dios y la Iglesia te acompañan en ese momento tan especial.
Da paz. Confianza en la misericordia divina. Fuerza ante las tentaciones y el desaliento y la angustia. Ayuda a santificar la enfermedad y sobrellevar sus molestias. Desaparecen las secuelas del pecado. Perdona el pecado venial. Puede devolver la salud física y espiritual. O ser la mejor preparación para ir al cielo.
3. ¿Cuándo conviene hablar de estos temas?
Cuando estás sano. Como abuelo o padre cristiano explica a tus hijos o nietos, que cuando enfermes, quieres que avisen con tiempo al sacerdote de la parroquia o del hospital. Para comulgar, confesarte en casa o recibir la Unción. Tu voluntad de futuro debe respetarse. Tu fe prevalece sobre la familia, sea creyente o no.
4. ¿Quién puede recibir la Unción?
El fiel, con uso de razón, que comienza a estar en peligro por enfermedad o vejez. O ante una operación importante. No un niño o quien nunca tuvo uso de razón, porque es incapaz de pecados personales.
5. ¿Cuántas veces se puede recibir la Unción?
Cada vez que se dan las situaciones anteriores. O al recuperarse, cuando se repite el riesgo.
6. ¿Qué se necesita para recibir la Unción?
Estar bautizado. Querer recibirla o no rechazarla. Estar en gracia de Dios. Conviene confesarse.
7. ¿Se puede administrar la Unción a una persona inconsciente?
Sí. Y puede tener la misma eficacia. Se administra directamente la Unción. Se aconseja absolver antes condicionalmente (“si eres capaz”). Si se duda de si vive, se administra la Unción condicionalmente, hasta dos horas después de la muerte aparente. Todo creyente debería recibirla, practique o no. Y la familia respetar su deseo, aun presumible.
8. ¿Quién puede administrar la Unción?
Solo el sacerdote (obispo o presbítero). Si no está, manifiesta a Dios tu deseo de recibir la gracia del sacramento y la indulgencia plenaria. También así puedes obtener esa ayuda. Si llega el sacerdote, pídesela. O un familiar, si estás inconsciente.
9. ¿Cómo es la ceremonia de la Unción?
Muy breve, sencilla y emotiva. Confesión, Unción y Viático. Si hay otro enfermo el sacerdote te confiesa en voz baja. Unción con el óleo bendito, en la frente y las manos, pronunciando la fórmula. Bendición apostólica. Y comunión o viático.
10. ¿Puede asistir la familia del enfermo?
Sí. Primero el sacerdote confiesa al enfermo a solas. Después la familia reza con el enfermo, durante la ceremonia. Es muy emotivo. El enfermo agradece esa compañía. Si alguien desea comulgar avisa antes al sacerdote y se confiesa si lo necesita.
11. ¿Cómo te puedes confesar?
Es muy fácil. Dile al sacerdote que quieres confesarte. Él te ayudará. Di qué has hecho mal -pereza, envidia, crítica, egoísmo, orgullo, no rezar, etc.-, pide perdón, arrepentido, y Dios te perdona. Da mucha paz interior. Por el amor misericordioso de Dios.
12. ¿Qué es la Bendición apostólica?
En peligro de muerte, sea inminente o no, el Papa autoriza a todo sacerdote a perdonar cualquier pecado y la pena pendiente por ellos.
Después de la Confesión y la Unción, el sacerdote da la Bendición apostólica: “Yo, por la facultad que me concede la Sede Apostólica, te concedo la indulgencia plenaria y la remisión de todos los pecados, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén”.
Si rompes un cristal con un balón, la culpa es tuya, por desobedecer, aunque solo querías jugar. Tu madre te perdona, pero el cristal sigue roto. La confesión perdona la culpa. La pena o penitencia repara los daños del pecado. La indulgencia plenaria quita toda la pena.
13. ¿El enfermo tiene derecho a ser informado de su situación?
Sí. Y más si la enfermedad es grave. Para gestionar su tiempo de vida. Despedirse de familiares y amigos, cerrar asuntos pendientes, preparar su alma si lo ve conveniente. El médico puede aconsejar sobre el momento y el modo. Siempre con delicadeza y ánimos. Ni anticiparse demasiado, porque la esperanza da vida y ayuda a vivir, ni retrasarlo en exceso, porque es su vida.
14. ¿El enfermo se asusta si ve al sacerdote?
No. El médico y el sacerdote son sus amigos, le ayudan. El sacerdote anima, consuela, aconseja, da paz. El enfermo agradece palabras de esperanza, sobre el cielo y la misericordia de Dios. Dejarle solo es muy poco humano.
El enfermo, no la familia, decide si ve al sacerdote. Para hablar, confesarse, comulgar o recibir la Unción. La familia debe preguntarle, sin obligarle ni impedírselo. Es su fe, su decisión, no la de la familia.
15. ¿Pero no pensará que se muere?
Ocultarle la realidad es privarle de la alegría del perdón, del reencuentro, con Dios o los otros. Él es consciente de su mal, lo siente. El silencio lo interpreta como falta de amor o confianza de la familia.
16. ¿Esto no es manipular al enfermo o aprovecharse de su debilidad o miedo?
No. Cada enfermo hace lo que quiere. Es normal hablar con el sacerdote, aunque no practiques. No es miedo. El sufrimiento o la idea del final, te cambia. Actúas de un modo sorprendente, muy auténtico. Con los hijos, los amigos o personas enemistadas. Es la hora de la verdad, del amor, del perdón.
17. ¿Qué opina la gente sobre la muerte?
El ateo, que la muerte es el punto final, después no hay nada. El agnóstico, puntos suspensivos, duda de si hay otra vida o no. El creyente, punto y aparte, empieza otra vida, la definitiva. Como el niño que nace del útero materno.
18. ¿Qué dice la Iglesia sobre la muerte?
Lo que enseña Jesucristo. Resucitarás. El amor tiene la última palabra. Al morir, Dios Padre te recibe en el Cielo. Allí entiendes la importancia del bautismo, de ser hijo de Dios. Solo te salva la fe en Jesucristo y tus obras. La Divina misericordia. “Jesús, confío en ti”. La vida eterna, que no tiene fin, comienza inmediatamente después de la muerte.
19. ¿Pero qué pasa con los pecados?
Dios perdona siempre y sana, si pides perdón arrepentido. El amor purifica tu pasado. El infierno es rechazar la gracia de la conversión, autoexcluirse de la salvación del amor. Aprovecha cada día para hacer el bien. La Confesión limpia el pecado. Y si no hay sacerdote, el dolor de amor, el arrepentimiento.
20. ¿Existe otra vida?
Sí. La muerte es el paso del tiempo a la eternidad. La separación del alma del cuerpo no es el final de tu existencia. El yo no se diluye, es inmortal. Mira fotos de tu nacimiento, del colegio, de tu boda, siempre eres tú. En el Cielo encuentras a Dios y los seres queridos.
Todos experimentamos el afán de eternidad. Y una rebelión ante tantas injusticias. Intuyes que al final, Alguien, Dios, hará justicia a las víctimas.
La vida, el amor, la amistad no son fruto del azar, no es razonable. Es más difícil no creer en Dios.
21. ¿Puedes hacer algo por la persona que ha muerto?
Recordarla con inmenso cariño. Y rezar. Ofrece misas. Reza un responso. Gana indulgencias, destínalas al difunto. Tus oraciones adelantan su entrada en el Cielo, si está en el Purgatorio.
Para saber más. Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, preguntas 313 – 320.