
S. Josemaría concibe los mandamientos como un presupuesto de la libertad: puedo elegir, porque sé donde está el bien y el mal.
Hace una semana cerrábamos en Santa María de Bonaigua el ciclo de Coloquios de Teología que, desde octubre hasta junio ha tenido lugar en nuestro oratorio (programación, videos). El profesor de la Facultad de Teología de Catalunya y doctor en Teología Joan Costa Bou, mostró que no solo es posible la moral en la sociedad actual, sino que es el único camino para superar el desencanto y el desconcierto en que muchas personas se encuentran inmersos (video). Eso sí, hay que superar algunas formas estereotipadas de moral, para construir una moral basada en el seguimiento de Cristo y la auténtica libertad,
Mientras seguía su brillante exposición pensaba: “Y San Josemaría, ¿qué nos diría al respecto?”. En primer lugar, se me ocurrió que la mayor parte de los santos hacen teología de otro modo: con su vida, con su ejemplo, pues no son académicos. A la vez, acudí a mi maestro Ángel Rodríguez Luño para que nos iluminara en estas consideraciones. Voy a recoger unas pocas ideas.
En primer lugar, podemos recordar el conocido punto de Camino (291) “Tienes obligación de santificarte. — Tú también. — ¿Quién piensa que ésta es labor exclusiva de sacerdotes y religiosos? A todos, sin excepción, dijo el Señor: “Sed perfectos, como mi Padre Celestial es perfecto””.
La vida moral del cristiano se concibe dentro de una totalidad dinámica: la santidad, la identificación con Jesucristo. No se trata tanto de ver si estoy o no viviendo tal o cual precepto, sino de pensar “vivir tal precepto es una expresión del amor a Jesucristo”, como leemos en el Evangelio: “Si guardáis mis mandamientos permanecéis en mi amor” (Jn 15,10).
Aquí entra de lleno un concepto clave de la moral, como también señalaba el profesor Costa: el de la libertad; la libertad, mucho antes que la capacidad de resolver conflictos, es capacidad “de escoger la vida” (Amigos de Dios, n. 24), de oír la voz de Dios y de responder libremente que sí. Y los mandamientos ¿no se oponen a la libertad? Dejo este tema para una ulterior consideración, porque nos llevaría mucho tiempo, ya que es una cuestión difícil, pero S. Josemaría concibe los mandamientos como un presupuesto de la libertad: puedo elegir, porque sé donde está el bien y el mal.
Su pensamiento moral se dirige a todos, porque todos somos fieles, pero de una manera especial a los laicos, en cuanto se sienten responsables del mundo: no valen lamentaciones estériles sobre la situación de la sociedad, sino responder con coherencia a la invitación que Dios nos hace de transformar el mundo con nuestra oración y con nuestra coherencia de vida.
Ya se ve que hay un cambio de perspectiva, como también proponía el Dr. Costa, y que voy a ilustrar con una anécdota: “en marzo de 1973 un universitario salió de un encuentro con S. Josemaría en Roma dispuesto a entregar su vida a Dios. Un amigo suyo le preguntó, con una cierta curiosidad, ¿cómo es que te has decidido ahora, después de tantos años? “Es que vosotros -respondió- me hablabais de lo que yo tengo que hacer por Dios y San Josemaría me ha hablado de lo que Dios ha hecho por mí, de lo mucho que me quiere”. Reducir la moral a un conjunto de normas desanima. Verla como un camino de amar y ser amado, es profundamente atrayente.
Un paso más: tener siempre presente el fin último de nuestra vida (la santidad, la identificación con Jesucristo) ayuda a ordenar todas nuestras actividades hacia este fin, viviendo lo que S. Josemaría venía a llamar “unidad de vida”: no hay una ética del trabajo, de la familia, de las relaciones sociales, sino una ética que comporta un “estilo de vida” que lleva a ordenar toda nuestra actividad a Dios: “Allí donde están vuestros hermanos los hombres, allí donde están vuestras aspiraciones, vuestro trabajo, vuestros amores, allí está el sitio de vuestro encuentro cotidiano con Cristo. Es en medio de las cosas más materiales de la tierra, donde debemos santificarnos sirviendo a Dios y a todos los hombres (…). Hay un algo santo, divino, escondido en las situaciones más comunes, que toca a cada uno de vosotros descubrir (…). Se trata de un movimiento ascendente, que el Espíritu Santo, difundido en nuestros corazones, quiere provocar en el mundo: desde la tierra, hasta la gloria del Señor” (Conversaciones 113-115).
Dejo para más adelante otros aspectos que rebasan las posibilidades de un breve artículo, como serían la formación moral y de la conciencia, el desarrollo de las virtudes morales, o la moral social, entre otras. Sí quería acabar diciendo que este planteamiento profundo del actuar humano supone un verdadero cambio. San Josemaría fue heroicamente fiel al Magisterio y al Evangelio. A la vez predicó que cada cristiano, con espontaneidad apostólica, obra con completa libertad personal, sin perder de vista que son nuestras elecciones libres las que nos acercan o separan de este fin último que es la gloria de Dios.
D. Javier Palos, rector de Bonaigua